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Reinventando Nuestro Rol: el futuro de las prestaciones de salud

Foto: Getty Images
Por Daniela Mora Simoes, Directora de Personas en Grupo Omint.-

El mundo de los negocios siempre se encuentra en constante cambio y transformación. Como cada organización se posiciona y se adapta ante los cambios es una cuestión fundamental para poder sobrevivir. Ser una empresa competitiva y rentable significa ser estratégica y pensar de cara a lo que viene.  La actual coyuntura sumada a las convergencias tecnológicas, marcan una era sin precedentes en donde los nuevos saberes, una mayor emocionalidad, y los cambios sociales y generacionales, inciden en el accionar e imponen el trabajo de repensarnos y reinventarnos para afrontar los nuevos desafíos.

La transformación dentro del sector corporativo siempre inicia por una transformación personal, en donde reinventarse y resignificarse es clave para poder seguir existiendo. Uno de los primeros ejes para comenzar esta transformación es pensar en nuestro propósito. El propósito es el punto inicial y transversal que predispone y marca como la empresa se desempeña. Es fundamental tener un propósito sólido, genuino y real que explique el fin último y el objetivo de porqué se destina nuestro saber a una actividad y no a otra. El propósito va de la mano de la inspiración, el cual debe divertirnos y desafiarnos. Sin ambos, es imposible avanzar y transformarse.

Así mismo, parte de este proceso de reinvención se alinea con poder conocer las diferentes visiones que enriquecen y ayudan a apreciar la diversidad, poniendo en duda las verdades aceptadas.  Apelar a despertar la curiosidad y la inocencia es esencial para salir de los sesgos inconscientes.

Otro de los grandes bastiones que se puso a prueba en el último tiempo, es la capacidad de ser resilientes. La resiliencia es poder ver las posibilidades de trasformación en los contextos adversos. La inteligencia emocional es el gran complemento, que permite resignificar y afrontar estas disrupciones.

Pensar en transformación, es poder tomar una perspectiva del mercado y comenzar a pensar en los nuevos actores que se incluyen en la escena. Evolucionar como empresa en el mundo actual implica una mentalidad abierta a la renovación. De esta forma, creer que, en el mercado de la salud en un mediano plazo, los competidores serán actores conocidos, no sería tener una perspectiva real de trasformación. Es necesario poder vislumbrar, que uno de los competidores claves van a ser los nuevos dispositivos tecnológicos.

Empresas de tecnología están comenzando a involucrarse en dispositivos que ofrecen información acerca del estado de salud, y esto va a incidir en todo el esquema prestacional. Si bien, la tecnología como la telemedicina, actualmente, es un aliado fundamental que nos permite continuar con los cuidados de la salud, no hay que dejar de pensar que el futuro disruptivo y en los actores que comienzan a involucrarse.  Parte de transformar nuestro rol es poder poner a los nuevos actores en escena.

En definitiva, es poder poner en perspectiva cuatro grandes áreas del mercado. En primer lugar, los nuevos jugadores, es decir, los competidores que irrumpen y se predisponen en la actualidad. Luego, determinar circunstancias, cualidades o capacidades para aumentar el mercado y que crezca exponencialmente.  En tercer lugar, tener en claro los cambios posibles, comprender que las industrias en un futuro van a migrar por oportunidad o por falta de ella. Por último, poner en perspectiva las convergencias con otros sectores. Es decir, pensar qué industria externa al mundo de la salud cambiaría las reglas de juego del sector si se aliara con un competidor tradicional.

Estas cuatro aristas nos ayudan a pensar en la trasformación del mundo de los servicios de salud y en comenzar a poner en claro las nuevas disrupciones, pero para ello tenemos que transformarnos primero nosotros.

Una trasformación requiere de coraje para salir del estadio de confort y para romper las barreras de los sesgos inconscientes. Asimismo, apela a la vulnerabilidad, para aceptar que debemos repensarnos a nosotros mismos y a nuestro contexto.  Por último, implica ser ágil para aprender a desaprender. El desafío que nos imponen las nuevas disrupciones es deconstruirnos y volver a construirnos, explorar nuestros sesgos y poner en duda nuestro estatus-quo.

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