
Por Pablo Azorín, consultor en seguridad vial.-
Argentina es un país que depende de sus rutas. Desde el corazón agrícola de la región pampeana hasta las zonas mineras del norte y las plataformas energéticas de Vaca Muerta, gran parte de la actividad económica circula por la red vial nacional. Sin embargo, muchas de estas rutas —especialmente las más críticas para cada sector productivo— se encuentran en un estado que no solo encarece los costos logísticos, sino que también pone en riesgo vidas.
La mejora de las rutas no es solo una cuestión de obras públicas: es una decisión estratégica para reducir los siniestros viales y potenciar la competitividad del país. Para lograrlo, una ruta debe cumplir tres condiciones esenciales: ser segura, rápida y económica. Hoy, pocas lo logran.
El agro y las rutas con alto tránsito, pero baja seguridad
La industria agropecuaria, uno de los pilares exportadores de Argentina, tiene su mayor intensidad en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Sin embargo, muchas de las rutas que atraviesan esta zona productiva presentan niveles críticos de siniestralidad y deterioro.
- Ruta Nacional 33 (Santa Fe – Bahía Blanca): clave para el transporte de granos y semillas. Estado regular y con alta siniestralidad por sobrecarga y tránsito mixto.
- Ruta Nacional 9 (Buenos Aires – Córdoba – Tucumán): una de las más transitadas del país, con tramos en buen estado y otros con pavimento deteriorado y señalización deficiente.
- Ruta Nacional 34 (Salta – Santa Fe): muy utilizada por camiones cerealeros. Su estado regular y falta de desvíos seguros incrementan los riesgos.
- Ruta Nacional 7 (Buenos Aires – Mendoza): atraviesa zonas agrícolas e industriales. Alta tasa de siniestros en tramos sin autovía.
Energía y minería: rutas estratégicas, con deuda de infraestructura
El transporte de litio, petróleo, gas y minerales depende de rutas específicas que conectan regiones de alta producción con centros logísticos o puertos.
- Ruta Nacional 22 y 237 (Neuquén): núcleo de Vaca Muerta. Tránsito intenso de camiones cisterna y equipos pesados. Estado variable, con tramos sobrecargados y poco mantenimiento.
- Ruta Nacional 52 (Jujuy): vía clave para la exportación de litio hacia Chile. Presenta buenas condiciones generales, pero alta exposición al clima extremo.
- Ruta Nacional 40 (NOA y Cuyo): usada en minería y turismo, con tramos peligrosos, sin banquinas ni señalización adecuada.
Industria y logística pesada: entre la congestión y el deterioro
El sector automotriz, manufacturero y químico depende de conexiones viales ágiles y seguras para garantizar la logística just-in-time.
- Ruta Provincial 6 (Buenos Aires): eje industrial estratégico. Presenta tramos en mal estado, banquinas deficientes y sobrecarga.
- Ruta Nacional 11 y A008 (Rosario): alta densidad de camiones hacia puertos cerealeros y de contenedores. Congestión, baches y escasa infraestructura complementaria.
- Ruta Nacional 14 (Entre Ríos – Corrientes): si bien fue transformada en autovía, mantiene tramos con alto riesgo por imprudencias y falta de controles.
¿Por qué la infraestructura importa?
Cuando una ruta no es segura, se convierte en escenario de siniestros graves que afectan a familias, empresas y al sistema de salud.
Cuando no es rápida, los tiempos de viaje se alargan, se consume más combustible, aumentan los costos operativos y se pierde competitividad.
Cuando no es económica, el costo logístico del país se dispara, lo que impacta en el precio final de los productos argentinos.
¿Qué condiciones debe cumplir una buena ruta?
Seguridad: pavimento en buen estado, banquinas firmes, señalización horizontal y vertical visible, iluminación en zonas críticas y separación física en tramos de alto tránsito.
Rapidez: doble calzada o autovía, puentes bien dimensionados, desvíos para camiones, circunvalaciones urbanas y control de velocidad eficiente.
Eficiencia económica: fluidez en el tránsito, reducción de tiempos muertos por siniestros o roturas, menor desgaste de vehículos y ahorro en combustible.
Conclusión: invertir en rutas no es un gasto, es una política de seguridad
Mejorar las rutas por donde circula la industria es salvar vidas y ganar competitividad. No puede haber un desarrollo productivo sostenible si no se garantiza la seguridad vial de quienes transportan los bienes que mueven al país. La infraestructura vial debe ser pensada como un elemento esencial de la cadena logística y como una herramienta directa para reducir el índice de siniestros viales.
Invertir en rutas seguras, rápidas y económicas es invertir en el futuro de Argentina.
Por último, para complementar una red vial eficiente, el desarrollo del transporte ferroviario y la marina mercante nacional son claves. El ferrocarril, especialmente para cargas a granel como granos, minerales o combustibles, permite reducir significativamente los costos logísticos y descongestionar rutas saturadas. Países más competitivos en logística diversifican sus modos de transporte, aprovechando los trenes para largas distancias y los camiones para la última milla. En paralelo, una marina mercante activa, con mayor capacidad fluvial y costera, podría recuperar un enorme caudal de cargas que hoy se terceriza a flotas extranjeras. Apostar por una logística intermodal, donde camiones, trenes y barcos trabajen de forma integrada, es apostar por una Argentina más segura, productiva y sustentable.