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Las computadoras nunca han sido tan rápidas, pero nunca volverán a ser tan lentas.

Por Leo Scapato –Director Comercial de Cognizant y responsable de la práctica de Servicios Financieros y Seguros en América Latina.-

El primer computador comercial, el ENIAC (Electronic Numerical Integrator And Computer o Computador e Integrador Numérico Electrónico, en castellano) acaba de celebrar su cumpleaños número 74.

ENIAC era rápido, para los estándares de mediados del siglo XX. Podía calcular 5.000 instrucciones por segundo. Fue una maravilla tecnológica que ayudó a ganar la Segunda Guerra Mundial y a desarrollar la energía nuclear.

Sin embargo, se avanzó rápido hasta hoy, y el ENIAC parece un protozoario. Operando a un millón de millones de instrucciones por segundo, las computadoras Sunway TaihuLight, Blue Waters, IBM Sequoia y un pequeño número de otras computadoras petascale, se mueven a una velocidad literalmente increíble.

Magníficas hazañas de ingeniería, estas computadoras han requerido enormes saltos en ciencia computacional, diseño de algoritmos y miniaturización de hardware, que han permitido un trabajo innovador en áreas como la ciencia climática, la química cuántica y la simulación cerebral.

La escala y la trayectoria de la curva de desarrollo desde la década de 1940 hasta la actualidad sólo se puede comprender realmente en relación con otros desarrollos tecnológicos: los aviones ya volaban a más de 700 mph en la década de 1950 (más rápido que la mayoría de los aviones comerciales en la actualidad) y el Bluebird de Malcolm Campbell alcanzó 300 mph n 1935 (más rápido que los coches de carreras de Fórmula 1 de hoy). Imaginen si las computadoras que teníamos no se hubieran desarrollado mucho desde entonces. Por ejemplo, no existirían la empresas tecnológicas que conocemos y, por supuesto, en Cognizant no hubiésemos podido crear las soluciones informáticas que hoy ofrecemos.

Más aun, el mundo en el que vivimos simplemente no existiría.

Aunque las computadoras petascale siguen siendo principalmente del dominio de gobiernos y los centros de investigación de las principales universidades, la tecnología subyacente se está filtrando en las herramientas que muchos de nosotros tenemos en nuestras manos: un iPhone 6 puede procesar 3.36 mil millones de instrucciones por segundo, por ejemplo.

Pero aún no hemos visto nada.

La próxima frontera de la velocidad —la informática exaescale— ya está a la vista y los pioneros se están presentando para plantar su bandera.

Aurora, un proyecto liderado por Intel y Cray que se instalará en el Laboratorio Nacional de Argonne (un reconocido laboratorio de ciencia e ingeniería en Illinois, Estados Unidos y operado por la Universidad de Chicago) funcionará 1.000 veces más rápido que las máquinas petascale de hoy en día. Rompiendo el umbral del trillón (mil billones de instrucciones por segundo), Aurora será la supercomputadora más importante del mundo.

La computación exascale será otro paso hacia visiones futuristas de ciencia ficción que se harán realidad: la Superinteligencia Artificial de la película 2001: Odisea del Espacio, el sistema «pre-crimen» de Minority Report o el submarino nuclear Proteus de la película de 1966 Fantastic Voyage, conocida en Argentina como Viaje Fantástico, son sólo algunos ejemplos.

Con computadoras tan poderosas en el futuro, los únicos límites serán los de nuestra imaginación.

Hablando de eso, el objetivo más emocionante de la computación exascale es el procesador dentro de nuestras cabezas. El Human Brain Project, una iniciativa financiada por la Unión Europea que involucra a un conjunto de renombrados neurocientíficos, tecnólogos, filósofos y biólogos, busca descifrar uno de los mayores misterios de la vida: cómo funciona el cerebro. Hasta la tecnología exascale, esta búsqueda ha sido históricamente el campo para la imaginación de artistas y de análisis de teólogos.

Con Aurora y otras computadoras exascale, finalmente podemos tener las máquinas que, a la manera de los dibujos imposibles de M. C. Escher, permitirán a los científicos vislumbrar cómo funciona la mente humana. Imaginemos cómo esto impactará en los seguros del mañana.

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