Cuando allá por 1986 James P. Carse publica su libro “Juegos finitos e infinitos”, abre una ventana de análisis revolucionaria respecto a la perspectiva con la que miramos (y vivimos) la vida, la relaciones y los negocios.
Los juegos finitos, explica el autor, son aquellos que tienen reglas definidas, contrincantes conocidos y límites claros. Un ejemplo de juego finito es el fútbol. El partido dura 90 minutos, se juega en una cancha de determinadas dimensiones, con una cantidad fija de jugadores y las reglas son constantes y conocidas para todos. Aquí podemos estudiar el comportamiento de nuestros oponentes y definir una estrategia. Gana quien hace más goles durante el tiempo fijado. En un juego finito, al terminar el tiempo estipulado, o al llegar a una cantidad determinada de puntos u objetivos, el juego finaliza y hay un claro ganador o hay empate. (Pensemos en el tenis, golf o Rugby)
Los juegos infinitos se parecen a algunos juegos de video en los cuales el objetivo es evolucionar, crecer, seguir jugando y durar más que los adversarios. Aquí las reglas no son tan claras y muchas veces no conocemos la identidad de muchos de los oponentes. El juego infinito es un proceso. En los juegos infinitos lo importante es sobrevivir, durar, evolucionar y seguir jugando.
Cambiar la mentalidad
Esta interesante propuesta nos lleva a pensar si los negocios (o la vida misma) son un juego finito o infinito. Si el objetivo es cumplir con un budget o llegar a cierto profit, entonces el juego es finito y lo reiniciamos cada vez que comienza un nuevo ciclo. Si por lo contrario, lo vemos como un juego infinito donde sabemos que las variables son dinámicas, que los contrincantes pueden ser desconocidos y que nuestro objetivo es perdurar y evolucionar, entonces jugaremos de modo diferente.
En el mundo de la disrupción digital las reglas del juego están cambiando permanentemente, el escenario ya no está limitado a nuestro entorno y los nuevos jugadores son muchas veces desconocidos. Puede ser un gran error jugar un juego finito. Podríamos equivocar la estrategia, podríamos desestimar algún adversario, podríamos estar creyendo que ganamos y sin embargo estar perdiendo irremediablemente. Cuando ponemos la visión en juegos finitos, y “ganamos” la partida, la pregunta que queda flotando es: ”¿y ahora qué?”.
Si jugamos un juego infinito, entonces el desafío es evolucionar, juntar fortaleza y perdurar… las estrategias de juego serán diferentes. No solamente intentaremos hacer “goles”, sino que nos preocupamos por entender dónde está el arco, contra quien o quienes estoy compitiendo, como se mueve la pelota (que nueva forma adquiere) y qué nuevas reglas están apareciendo en el horizonte.
Innovación, equipos y compromiso
En el mundo de los juegos infinitos importan las estrategias de largo plazo, importan más los equipos que las individualidades. El legendario Michael Jordan lo definió de modo genial: “El talento gana partidos, el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos “. Tal vez debamos ver el juego de la vida y de los negocios como un complemento dinámico y eterno de juegos finitos, dentro de un contexto de juego infinito. Buscar un “blend” entre ganar, perdurar, aprender y evolucionar.
Las cosas más importantes de la vida, como los amigos, matrimonio y la familia, son juegos infinitos. Se es padre y esposo en cada instante y se es diferente todo el tiempo: la relación muta permanentemente. La dieta y el gimnasio son también juegos infinitos. No es lo mismo ir un día 9 horas al gimnasio que asistir día por medio una hora. No sirve ayunar 3 días si quiero perder peso, debe bajarse todos los días la ingesta y hacer ejercicio sostenidamente para llegar y mantenerse. Es fácil entender estos ejemplos, pero nos cuesta aplicarlo en la vida y en los negocios. Lo que importa es seguir jugando! Es un juego de todos los días, donde el desafío es mejorar y evolucionar, en contextos cambiantes y dinámicos y con variables difíciles de prever.
La apuesta es evolucionar y entender que todo está en permanente cambio. Aquí apostamos a permanecer y mejorar la relación. Aquí apuesto al largo plazo asumiendo que el mundo es fluido, por lo que no es suficiente hacer goles: debemos repensar siempre la estrategia, tener en mente nuestro propósito, investigar permanentemente las nuevas reglas y condiciones y jamás quedarnos quietos. El partido no dura 90 minutos. Depende de nosotros cuanto lo hagamos durar…
En tiempos de cambios exponenciales, una cultura de innovación, empatía y permanente replanteo de estrategias es la mejor herramienta para jugar este juego infinito. Tener un claro propósito, poder impregnar a la organización de un sentido de destino y pertenencia nos permitirá evolucionar y permanecer vigentes, relevantes y creadores