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Dilma y el PT ante los nuevos desafíos

Por Lic. Nicolás Wittwer Pruyas. Economista UBA.-

En las tres elecciones presidenciales desarrolladas durante el corriente año en América del Sur, se impusieron candidatos que garantizan la continuidad de las políticas impulsadas en la última década, que tienen como ejes rectores la redistribución progresiva del ingreso y la integración regional como motor del desarrollo.

A pesar de las particularidades y del análisis puntual que requiere cada caso, lo cierto es que las elecciones en Bolivia, Brasil y Uruguay, reflejan el deseo de la ciudadanía de mantener una continuidad en las prioridades asignadas por estos gobiernos, principalmente, en materia social.

El domingo 26 de octubre, la actual Presidenta de Brasil y candidata por el oficialismo, Dilma Rouseff, fue reelecta para su segundo mandato (cuarto de su partido), en una votación muy reñida, con el 51, 64% de los votos.

Cabe detenerse en la fuerte expectativa que generó esta elección, marcando de este modo la importancia que tiene el gigante del sur como referente político y económico de la región. La importancia que reviste la elección presidencial en Brasil es tal, que la misma puede determinar la continuidad o no del proceso de integración de los países de la región y la manera en que América del Sur se vincula con el mundo. A su vez, cualquier resultado de las elecciones en la séptima economía mundial (con un PBI en el año 2013 de 2.246.037 millones de USD) puede incidir en los futuros procesos electorales a desarrollarse, como el caso argentino del año entrante.

Luego de una campaña intensa, teñida de ataques cruzados entre los candidatos, la actual Presidenta Dilma Rouseff se impuso con el 51, 64%, lo que representan alrededor de 54 millones de votos, contra el 48, 35% del opositor Aécio Neves. La diferencia obtenida por Dilma en la actual elección, es la más ajustada de toda la historia de Brasil, menor incluso que la obtenida por Collor de Mello cuando se impuso sobre Lula en el año 1989.

Una lectura pragmática de los resultados llevó a la promesa de Dilma, en su primer discurso luego de conocer los resultados, de impulsar los cambios que la sociedad brasileña demanda. Ello, está de más decirlo, no significa optar por un proyecto político diametralmente opuesto como el propuesto por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), sino comprender el actual entramado social.

Las políticas impulsadas por el PT desde el primer mandato del ex Presidente Lula, ha permitido la incorporación de millones de personas a la clase media. Inevitablemente, el ascenso social genera nuevas demandas y necesidades, propias de una sociedad que alcanzó un crecimiento sostenido y una mejora en su calidad de vida. Según un artículo publicado por el economista Ernesto Mattos, de los 58 millones de personas que salieron de la pobreza en América Latina, 40 millones corresponden a Brasil, lo que refleja el éxito de las políticas públicas como reparadora de las injusticias sociales.

Gráfico 1. Diferencia de votos entre los candidatos presidenciales 1989 – 2014

CUADRO WITWER 1

 

Más claro echale agua: Lo social y lo geográfico

Gráfico 1. Distribución de los votos por Estado

CUADRO WITWER 2

 

Sorprendentemente, los resultados electorales plasmados en el mapa político de Brasil reflejaron la marcada segregación existente en la sociedad brasileña. En los Estados del norte del país, aquellos que históricamente contaban con los mayores indicadores de pobreza y necesidades básicas insatisfechas, como Bahía, Maranhao o Pará, el voto petista (como se conoce al votante del PT) arrasó, superando en algunos casos el 75%. Lo opuesto sucedió en los Estados del sur del territorio brasileño, como Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná, conocidos por presentar indicadores económicos y sociales más elevados.

La oposición más fuerte a Dilma, a Lula y a cualquier candidato cercano o vinculado al PT, se dio en la metrópolis industrial de Sao Paulo, localidad que alberga a 25 millones de electores (de un padrón electoral de 105 millones). En ese Estado, el oficialismo tuvo un duro revés, imponiéndose el candidato opositor Aécio Neves por 8 millones de votos.

Sin embargo, en dos distritos de gran importancia simbólica (y demográfica), como son Rio de Janeiro (anterior capital del país) y Minas Gerais (bastión del candidato opositor), se impuso el oficialismo. La victoria en esos distritos, sumado al respaldo de los sectores más vulnerables de Brasil localizados en los Estados del norte del país, permitieron que Dilma y el PT continúen gobernando la principal economía de América del Sur.

De un primer análisis, podemos concluir que los sectores más vulnerables del país valoraron el reconocimiento y la inclusión de su clase en las políticas implementadas y, en consecuencia,  eligieron la  continuidad del actual proyecto político. Según lo expresado en las urnas, los votantes de Dilma le transmitieron su confianza para avanzar sobre lo que falta, entre otras cosas, erradicar los bolsones de pobreza y con  necesidades básicas insatisfechas que aún existen.

El resultado de las elecciones también traduce un reconocimiento de las mejorías reflejadas en una serie de indicadores sociales, como ser: el salario mínimo aumentó de 200 reales en el año 2002 a 724 reales en el año 2014; la tasa de desempleo se redujo de 12, 6% en el año 2002 a 5, 4% en el año 2013; la tasa de pobreza disminuyó de 34% en el año 2002 a un 7, 4% en el año 2014; la inflación anual promedio se redujo de 12, 5% en el 2002 a menos del 6% en el año 2013.

A su vez, predomina la heterogeneidad entre los votantes del opositor Aécio Neves. Por un lado, se percibe un alineamiento contrario de las regiones económicamente más poderosas, desconformes con las políticas redistributivas y sociales dirigidas a los más necesitados, y que históricamente acompañaron a los partidos tradicionales de la política brasileña. Por el otro, las masivas movilizaciones del año pasado expresan un malestar de las clases medias hacia ciertas políticas del gobierno brasileño, principalmente a causa de la caída de la actividad económica y del estado actual de los servicios públicos.

Sin lugar a dudas, en su nuevo mandato, Dilma enfrentará una oposición hasta ahora inexistente. La cantidad de votos obtenidos por Aécio Neves lo posiciona como el principal candidato de la oposición y le permite reordenar el PSDB bajo su conducción. Si bien el PT cuenta con la primera minoría, la labor legislativa deberá desarrollarse a través de alianzas con otros partidos.

El cuadro económico actual no es sencillo, ya que Brasil no logra retomar la senda del crecimiento. Se requiere la aplicación de políticas que impulsen la actividad industrial, lo que favorecería también al crecimiento de las ventas externas de la República Argentina y el consiguiente alivio en las cuentas externas de nuestro país.

La expectativa con el triunfo de Dilma es la continuidad de las políticas sociales en el frente interno y la búsqueda de un fortalecimiento de la identidad latinoamericanista en el frente externo, posicionando al Mercosur, la UNASUR y la CELAC como un bloque homogéneo para las negociaciones con el resto del mundo. A lo que debe dar respuesta el partido gobernante es a un nuevo actor social en Brasil que parte de un piso diferente y reclama seguir avanzando hacia la mejora en su calidad de vida. Una vez resuelto el déficit alimenticio, se reclaman mejoras en los sistemas públicos de transporte y educación. Son las tensiones permanentes entre los gobernantes y las demandas sociales.