Medio Ambiente Prevención

Buenos Aires se suma a la Red de Refugios de Vida Silvestre

La Red de Refugios de Vida Silvestre tiene dos nuevos integrantes oriundos de General Lavalle: los refugios “Los Ñanduces – San Bernardo” (establecimientos linderos de 4816 ha) y “El Carrizal” (1680 ha). Ambos conservan en total  6496 hectáreas de ambientes pampeanos de pastizal y bosques en la zona de Samborombon, reconocida por ser una de las extensiones más importantes para la vida silvestre de las pampas y residencia de muchas de las especies de la flora y la fauna de gran valor de conservación como el ombú, el ñandú y el escuerzo (estos últimos amenazados de extinción a nivel global).

Con estos nuevos ingresos, se agranda la Red de Refugios de Vida Silvestre,  que cuenta con 18 miembros, abarcando más de 202.000 hectáreas de reservas privadas que trabajan por la conservación de la naturaleza en 11 provincias de Argentina.

Ambos refugios basan su actividad en la cría bovina sobre campo natural con ganadería sustentable.

Las pampas es una de las ecorregiones más amenazadas de nuestro país por la fuerte transformación de sus ambientes naturales. Este es un nuevo avance hacia la protección del área, donde en 1979 creamos la Reserva de Vida Silvestre Campos del Tuyú, actualmente convertida a Parque Nacional.  Es muy auspicioso que los propietarios de campos decidan de manera voluntaria comprometerse con la conservación de su biodiversidad y se interesen en desarrollar modelos de ganadería bajo criterios ambientales” – comenta Alejandra Carminati, coordinadora de Áreas Protegidas Privadas de la Fundación Vida Silvestre.

A su vez, Pablo Nazar, propietario del flamante refugio “Los Ñanduces – San Bernardo” sostiene que “Estas acciones para la protección y regeneración de montes y pastizales tiene un gran valor para mi,  ya que son bosques autóctonos de cientos de años de antigüedad y están amenazados, pues en la provincia no se legisló todavía cuales van a ser las áreas protegidas”. Al respecto, Federico Quiroga, dueño de “El Carrizal”, destaca que “Entender nuestro campo como un ecosistema vivo y no como una fábrica de insumos fue un cambio indudablemente positivo, tanto en lo productivo y ambiental como en lo personal”.