La industria automotriz argentina pasó en pocos meses de la euforia del récord de 2013 a un 2014 en profunda crisis. Fuerte caída de ventas, suspensiones en fábricas y postergación de lanzamientos de nuevos modelos son algunas de las imágenes de la actualidad del sector. Los últimos datos -correspondientes a julio- muestran una baja en los patentamientos del orden del 30% respecto de un año atrás y, aunque hay una recuperación en relación con junio, que algunos explican como un efecto del plan ProCreAuto, las proyecciones para el año no son alentadoras. Más si se las compara con la evolución del mercado en los últimos años. Así lo informó el diario Ámbito Financiero.
Para 2014 se estima que el mercado -según los cálculos de los fabricantes de autos- se ubicará entre 650.000 y 670.000 vehículos contra las más de 900.000 unidades patentadas en 2013. El dato en sí, obviamente, es negativo. Pero es peor teniendo en cuenta las bruscas fluctuaciones de la demanda que acostumbra a mostrar la Argentina. Una cosa es la foto y, otra, la película. Hace exactamente 20 años, en 1994, las ventas de autos habían alcanzado el récord para la época con 508.000 unidades. Una primera mirada indica que en la actualidad se comercializarán unos 150.000 autos más que en aquel momento.
Se podría decir, entonces, que hubo un crecimiento. Es cierto. En el medio hubo períodos de estabilidad, la fuerte crisis de 2002, la recuperación de los años siguientes y la coyuntura actual. Lo malo es que si se tiene en cuenta el crecimiento poblacional (se pasó de los 34 millones de habitantes de entonces a los aproximadamente 42 millones actuales), las ventas de 0 km del 94 equivaldrían hoy a unos 630.000 vehículos. De esa manera, el crecimiento sería prácticamente nulo. Es decir que el volumen de operaciones en la actualidad, en relación con la cantidad de habitantes, es el mismo de hace 20 años.
Pero hay un dato que agrava la situación. En la primera parte de los 90, las 508.000 unidades vendidas se repartían prácticamente entre tres empresas: Autolatina (Ford y Volkswagen), Sevel (Fiat y Peugeot) y Ciadea (Renault). Eran «engendros» fabriles nacionales que había surgido tras la fuga de las empresas extranjeras a causa de las crisis hiperinflacionarias. En cambio hoy hay ocho terminales radicadas de autos y pick ups que se pelean por este flojo mercado, filiales de compañías internacionales. A esto hay que sumarle las marcas importadas que en el presente tienen una cuota de negocio mayor que hace 20 años.
Pero no sólo la comparación con el propio pasado es preocupante. Si se mira la evolución del mercado de Brasil -el principal socio automotor de la Argentina-, las cifras son lapidarias. Mientras las ventas internas en estos últimos 20 años subieron y bajaron de manera abrupta, el país vecino tuvo un crecimiento permanente. En el 94 vendía 1,39 millón de 0 km, 2,8 veces más que el volumen local. Este 2014, aun con caída de demanda interna, comercializará alrededor de 3,3 millones. Esto equivale a cinco veces más que el mercado argentino.