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La teoría de la relatividad y la innovación

Por Gabriel Mysler, Director de Innovation@Reach y Managing Director de Integrity Meter.- 

Albert Einstein, en 1905, revolucionó nuestra comprensión del mundo al afirmar que el tiempo puede dilatarse, que las distancias pueden contraerse y que existe una equivalencia entre la masa y la energía.

En otras palabras, Einstein aseguraba que dependiendo de donde estemos y a qué velocidad nos movamos, la duración de los eventos y la extensión de las cosas se modifica.

Pasaron más de 100 años y muchos aún están convencidos que el reloj con el que medimos el tiempo y el metro con el que pretendemos medir las distancias son exactos…

En tiempos de aceleración exponencial de los cambios, es necesario comprender que el tiempo es relativo y que el mucho o el poco, el que tan lejos o tan cerca está algo, dependerá de dónde estemos, de dónde estén los demás y a qué velocidades relativas nos movamos…

¿Solo sé que no sé nada?

¿Qué es rápido? ¿Qué tan rápido debo moverme?

¿Qué es ser ágil? ¿Cuán ágil debo ser?

¿Qué es ser innovador? ¿Qué tan innovador debo ser?

¿Cuánto tiempo puedo esperar para encarar la transformación digital?

Si aplicamos la Teoría de la Relatividad, estas preguntas son “relativamente” sencillas y se responden intentando conocer cuál es tu punto de referencia… y en relación a quién te estás moviendo.

Si el ritmo de tu cambio, de tu evolución o tu adaptación es más lento que el de tu entorno… te estás quedando relativamente atrás. La velocidad es relativa… al contexto.

Por ello hay industrias que evolucionan antes que otras y obsolescencias más marcadas y evidentes en algunas industrias y no en otras.

Pero tengamos mucho cuidado con el sesgo del sobreviviente! Este sesgo omnipresente nos lleva a creer que si a nosotros no nos pasó, es porque no nos pasará. Pero solo hace falta que un viejo o nuevo competidor comience a moverse más rápido que nosotros, para que definitivamente quedemos atrás.

E = m c2

La energía, según esta famosa fórmula, es equivalente a la masa multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado.

Apliquemos la fórmula: ¿Cuál es la masa de tu empresa? Tu gente, tu talento, tus patentes, tus clientes, tu experiencia, tus habilidades, tus acciones, tus productos y tu reputación, por citar algunos.

Pero la formula de la energía de Einstein tiene un truco… no multiplica la masa por la velocidad de la luz, sino por el cuadrado de esta velocidad. Haciendo un paralelo, la masa es importante, pero la velocidad es muy importante. La velocidad multiplica exponencialmente la energía que tenés como persona y como empresa. Ser ágil es más importante que ser grande!

Si no te volvés ágil, si no adoptas la innovación como cultura, no pasará mucho tiempo hasta que seas sobrepasado por otro jugador que vaya más rápido. El tiempo se acelera, y las distancias se acortan… la obsolescencia puede ser (relativamente) instantánea.

El valor de las empresas y las marcas está cada vez más ligado al nivel de innovación y de adaptación que posean. Ayer, solo ayer, Blackberry era un estándar. Hace un instante Blockbuster era un estándar. Poco tiempo atrás, tener música en CDs era un estándar.

Solo si las empresas cambian su mentalidad, cambiarán su manera de ver la realidad. Solo si cambian la manera de ver la realidad, cambiarán el modo de actuar.

Debemos aprender a trabajar en escenarios donde moverse con agilidad y convivir dinámicamente con la incertidumbre es fundamental.  Debemos multiplicar y preservar nuestra energía y por sobre todo usarla con inteligencia. Pero debemos entender de qué depende esta energía.

La fórmula que plantea Einstein parece sencilla, pero la teoría que la sustenta no lo es. Necesitamos masa y velocidad. Talento y adaptabilidad, reputación y agilidad, productos y reacción.  

Una frase que se adjudica a decenas de autores, desde Abraham Lincoln a Peter Drucker y Steve Jobs, resume nuestro mantra: “La mejor manera de predecir el futuro es construirlo”. 

Y yo agregaría: “Si lo vamos a hacer… hagámoslo rápido”