La emergencia del COVID-19 que transitamos se da en un momento de alerta sobre el cambio climático y una enorme pérdida de biodiversidad. La situación condujo a una crisis económica y humanitaria, donde la vulnerabilidad y las desigualdades sociales, económicas, sanitarias y ambientales se encuentran entrelazadas.
Si bien todavía quedan muchas preguntas sobre los orígenes exactos del COVID-19, existen indicios de que se trata de una enfermedad emergente de origen zoonótico, es decir, que originalmente fue transmitida a los humanos por animales. En las últimas décadas, los seres humanos hemos modificado cada vez más el mundo natural, provocando mayores niveles de contacto con la vida silvestre; esto contribuyó a que el número de enfermedades zoonóticas que se han transmitido a las personas haya aumentado drásticamente.
En el informe “COVID 19: llamado urgente para proteger a las personas y la naturaleza”, la Organización Mundial de Conservación (WWF, por sus siglas en inglés) identifica los factores ambientales que impulsan la aparición de enfermedades zoonóticas, entre los que se encuentran el comercio y consumo de animales silvestres, la deforestación y conversión de ambientes naturales y la expansión de actividades agrícolas y ganaderas no sustentables.
La pandemia dejó en evidencia la vulnerabilidad de la especie humana: además de afectar nuestra salud, nos obligó a un aislamiento que redujo la actividad económica global, y que sólo en América Latina dejará 35 millones más de personas en vulnerabilidad económica, acentuando la desigualdad en nuestras sociedades.
“Es necesario hacer cambios sistémicos para abordar los promotores ambientales de las pandemias y los riesgos asociados a las vías actuales de desarrollo económico. Para ello, debemos replantear nuestros sistemas alimentarios y productivos con el objetivo de diagramar un futuro saludable y sostenible en el que se pueda compatibilizar la producción con la conservación de nuestros ambientes naturales”, afirmó Manuel Jaramillo, Director General de Fundación Vida Silvestre.
La crisis sanitaria mundial por el COVID-19 plantea la necesidad urgente de una reflexión profunda sobre la relación entre los seres humanos y la naturaleza, los riesgos asociados con las vías actuales de desarrollo económico y cómo debemos diagramar el futuro. Las actividades humanas están modificando catastróficamente nuestro planeta y generando consecuencias graves para nuestra salud y nuestro bienestar. Tenemos una oportunidad de cambiar el rumbo e implementar estrategias que permitan combinar lo económico, lo social y lo ambiental para poder logran un planeta sano con gente sana.
«En medio de esta tragedia, existe la oportunidad de sanar nuestra relación con la naturaleza y mitigar los riesgos ante futuras pandemias, pero un futuro mejor comienza con las decisiones que hoy asumen los gobiernos, las empresas y las personas en todo el mundo», expresó Marco Lambertini, Director General de WWF Internacional.
“Necesitamos un nuevo acuerdo para la naturaleza y las personas que coloque a la naturaleza en el camino hacia la recuperación para 2030 y salvaguarde la salud humana y los medios de vida a largo plazo”. añadió, diciendo que los líderes mundiales deben tomar medidas urgentes y transformar nuestra relación con el mundo natural.