Sísifo – según la mitología Griega – fue condenado por los dioses a empujar cuesta arriba una pesada piedra, pero cada vez que estaba por llegar a la cima, ésta rodaba cuesta abajo y debía volver a comenzar su difícil trabajo. ¡Qué mayor condena que saber que la tarea que emprendemos siempre será dura y que jamás tendrá el resultado que esperamos!
Todos tenemos miedo de tener que volver a empezar nuestro trabajo, nos frustra sentir que nuestro esfuerzo fue en vano, que no valió la pena. Muchas veces, para evitar esta frustración, fijamos expectativas muy bajas y así es más sencillo el “éxito”. Si nos exigimos menos, es más fácil sentirse satisfecho y llegar a la meta. Sin embargo, seguramente si la meta es limitada, el resultado también lo sea.
Un empate no es siempre un empate
La psicología del comportamiento estudia cómo reaccionamos ante un mismo resultado si partimos de diferentes expectativas. Pensemos en quien obtiene un 4 en un examen. Claramente un 4 no es una buena nota, en muchas universidades es el mínimo para aprobar. Sí estudié mucho y me califican con un 4, mi desilusión será muy grande, pero si saco un 2 y luego de discutir la nota el profesor me pone un 4, mi alegría será inmensa. El 4 es un 4, la misma nota. La sensación es muy diferente.
Otro ejemplo muy evidente viene del campo del deporte. Si el resultado final del partido es 2 a 2, no será igual mi estado de ánimo si iba ganando 2 a 1 y en el último minuto me hacen un gol, que si iba perdiendo y en el tiempo de descuento logro empatar. El resultado es el mismo. Empate. 2 a 2. Las expectativas eran distintas, y por ende mi sensación es completamente diferente.
Son dos las variables a tomar en cuenta: a) metas razonables, b) expectativas acordes. Cuando las empresas ponen expectativas demasiado altas la probabilidad de frustración es muy alta, si las metas son demasiado bajas, nos protegemos de una posible frustración pero ponemos en riesgo la supervivencia de la empresa. ¡Esta si es una paradoja importante!
Levantar la vara…. y entrenar al equipo
Las empresas están conformadas por personas que sueñan y también temen. Por lo cual es lógico pensar que las empresas tendrán comportamientos similares a las personas que las componen. La dirección de una empresa que pretenda que su gente innove y sea creativa, debe trabajar para cambiar las expectativas de sus empleados. Para lograrlo hay que fijar metas coherentes y preparar a los miembros de la organización para que tengan capacidades, recursos y motivaciones acordes a esas metas.
Es muy importante una correcta evaluación (assessment) de la situación de la empresa, sus talentos, su experiencia, su cultura, sus estructuras burocráticas, sus incentivos y sus expectativas. La transformación digital no vendrá de la mano de la tecnología sino de las personas. Son las personas las que traerán, usarán y significarán la tecnología.
El empoderar a las personas, el lograr que sientan el desafío corporativo como personal, hace una gran diferencia. Es muy fácil de entender este fenómeno: nuestra percepción del valor de nuestra propia casa, de nuestro auto, es más alta que el valor promedio del mercado del auto y de la casa. Vemos como más valioso a aquello a lo que le hemos puesto trabajo, amor y tiempo.
El asesoramiento profesional puede ayudar en esta tarea, al motivar a todos los estamentos, colaborando en fijar metas y estrategias, y al ofrecer una visión más comprehensiva, imparcial, desapasionada y de largo plazo a la dirección de la empresa.
No importa cuán pesada pueda ser la piedra, ni que tan empinada sea la pendiente. Si podemos empujar en equipo, uniendo fuerzas y sin miedo a fracasar, encontraremos la manera de llegar a la cima y sostenernos. Ese es el camino de la innovación.