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Uno de cada seis jóvenes perdieron el trabajo: el futuro de los millennials según MAPFRE

Foto: MAPFRE

La pandemia tiene un impacto generalizado en todo el mundo, en todos los sectores, y el ámbito laboral no es la excepción, con grandes cambios en el presente y un futuro que seguramente no será el mismo. Aquí les acercamos una columna de opinión de la Redacción de MAPFRE, que sigue de cerca esta problemática, en particular para los jóvenes trabajadores.

Uno de los indicadores que miden el desarrollo de una sociedad es la capacidad de generar valor para progresar en su presente y, al mismo tiempo, reforzar a la generación siguiente, para que mejoren las condiciones de vida propias y las de su entorno. Así ha venido sucediendo con carácter general en la historia de la humanidad excepto en momentos puntuales, como con la generación del 98 que tuvo que gestionar el final de un imperio, o en el caso de graves crisis, como las que provocaron en el siglo XX las dos guerras mundiales. Por tanto, de manera natural se espera que los que vienen de detrás vivan mejor que los que les preceden.

La crisis económica desatada en el mundo tras la caída de Leman Brothers truncó el desarrollo de la generación de los millennials, los nacidos entre 1981 y los últimos años del milenio. Siendo la generación mejor formada de la historia, pasaron a ser de repente la primera generación que, después de las grandes guerras, iba a vivir peor que sus padres. Hoy representan más del 20% de la población mundial y serán la primera cohorte de población que van a vivir en primera línea dos de las mayores crisis de la historia reciente, la que comenzó en 2008 y la provocada por la pandemia actual.

En la década pasada empezaron a acceder al mercado de trabajo y en esta esperaban conseguir una madurez profesional plena. Sin embargo, la crisis anterior les expulsó de forma abrupta del mercado laboral, llegando a tasas de desempleo, por ejemplo, en España, de hasta el 50%. Llevan, por tanto, más de diez años sufriendo las consecuencias en términos de mayores dificultades para

regresar al mercado laboral, lidiando con una altísima precariedad provocada por la temporalidad de nuestro modelo laboral y arrastrando menores salarios respecto a las generaciones anteriores.

Todo esto, evidentemente, tiene un efecto sobre la renta, lo que retrasa las decisiones financieras más importantes. A finales de mayo, el Banco de España ha publicado un estudio sobre tendencias laborales intergeneracionales en España con el que demuestra que los sueldos de quienes han entrado a trabajar en los últimos años son hasta un 25% más bajos que los de quienes se incorporaron a un empleo una década antes. A esto se suma el incremento de la parcialidad, otra característica de la precariedad. Por ejemplo, el 26% de los trabajadores con estudios medios de entre 20 a 29 años tienen un empleo a tiempo parcial, por un 12% hace 10 años, según el mismo análisis del supervisor.

La pandemia no estaba en el guion. Ahora que empezamos a tener cierto control sobre el virus en algunos países, las cifras económicas advierten de intensas caídas en el PIB en las principales economías del mundo y a una fuerte destrucción de empleo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) acaba de publicar que ya han perdido su empleo uno de cada seis jóvenes en el mundo, y que, para el resto, las horas de trabajo se han reducido hasta en una cuarta parte.

Tampoco pinta bien la situación para los que ahora ingresan al mercado de trabajo, porque las cicatrices perdurarán en el tiempo. El Financial Times hacía referencia recientemente en un artículo dedicado a cómo sacar a flote el primer

empleo en el peor momento a un informe de la Resolution Foundation de Reino Unido, que concluye que la “cohorte de crisis” que ingresó al mercado laboral a raíz de la crisis bancaria “se tuvo que enfrentar a mayores tasas de desempleo, a salarios más bajos y peores perspectivas de trabajo hasta una década más tarde, en comparación con otros jóvenes que llegan a su primer empleo antes o después de la recesión”.

El avance de la sociedad occidental se ha basado siempre en la solidaridad intergeneracional, siendo siempre la generación mayor, nuestros abuelos con nuestros padres o nuestros padres con nosotros, los que se sacrificaron más para que sus hijos accedieran a mejores estudios y oportunidades profesionales. Ahora parece que presentamos como natural el escenario inverso, hacemos víctimas de dos crisis consecutivas a los más jóvenes, en el presente con peores empleos y salarios y en el futuro condenándoles a pagar los excesos de estos tiempos, con pensiones insuficientes.

Creo, por tanto, que se debería impulsar un gran acuerdo nacional por el empleo presente para los menores de 40 años, en el que los agentes sociales, gobierno, empresas y sindicatos, nos comprometamos a un plan a cinco años con medidas inmediatas de formación y contratación, impulsando a su vez una reforma de los sistemas de pensiones públicos y privados, de la que ellos sean los primeros beneficiados. Para los formados ya y con experiencia contrastada, planes concretos y específicos de selección y contratación, con apoyos explícitos de las administraciones públicas. Las empresas conocemos las carencias que tenemos y podemos reforzar nuestro compromiso sin que ello signifique renunciar a otras

generaciones de trabajadores mayores. Y para los más jóvenes, que ahora acceden por primera vez al mercado de trabajo, utilizar de referencia planes como el “Action Plan for Youth” que puso en marcha la OCDE hace unos años, en el que se hacía especial hincapié en el desempleo juvenil, y en el que la educación y, de nuevo, la formación profesional, ambas vinculadas, resultan claves.

No tendremos mejor sociedad si no trabajamos por nuestro entorno humano. Las generaciones más jóvenes no requieren más de nuestra comprensión y están hartas de nuestros reproches. Necesitan apoyo directo desde ya, o tendremos que pensar que en pocos años nuestra sociedad se habrá resquebrajado por nuestra inacción.

Como decía Unamuno, también perteneciente a una generación perdida, “procuremos ser más padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado”. No cabe duda de que para ello requieren de nuestra ayuda y nos necesitan y, desde MAPFRE, estamos dispuestos a ofrecérsela.

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