Los expertos del grupo asegurador aseguran que nos encontramos en un escenario de incertidumbre extrema, en el que resulta imposible anticipar el resultado de las decisiones de política económica y social. Por lo tanto, en la actualización trimestral de su Informe “Panorama económico y sectorial 2020”, modifican sus estimaciones e incorporan un amplio rango en función de un escenario base y otro escenario base estresado, que pueden variar en función del impacto que finalmente generen la propagación del virus y las medidas de supresión o contención que eventualmente se adopten. Con este nuevo criterio, que se aplicará mientras persista la crisis, esperan que la economía mundial se contraiga entre un 3% y un 8,2% para este año. “El coste económico es mayúsculo, debido a las disrupciones de suministros, la aversión al riesgo y las implicaciones financieras que puede llegar a alcanzar”, señalan en el informe.
En este contexto, según MAPFRE Economics se ha vivido una sincronía global en el relajamiento de las condiciones monetarias y financieras, aunque con un desarrollo considerablemente menos coordinado e irregular desde el punto de vista de las medidas de política fiscal, las cuales, en general, contemplan estímulos directos, indirectos y de garantías que han oscilado desde el 15% del PIB en algunos países, al 2% en otros. De esta forma, el escenario base de crecimiento económico e inflación que se incluyen en el informe es, por lo tanto, muy negativo entre los países desarrollados y, más aún, para el caso de los mercados emergentes debido a las vulnerabilidades acumuladas durante la última década y a la fuerte contracción de los ingresos del exterior, especialmente debido a la caída del petróleo.
El crecimiento económico revertirá con mayor o menor fuerza en 2021 y arrastrará una factura bajo la forma de incremento de deuda pública de, al menos, el 15% del PIB global. En este sentido, inciden en que la vulnerabilidad asociada a los niveles de deuda global sigue su ascenso. La disrupción en los flujos de caja que deterioren la capacidad del servicio de la deuda, con crecientes alarmas de iliquidez en el sistema, puede desembocar, en última instancia, en problemas de solvencia que se inserten en los balances de los bancos convirtiendo la crisis derivada del COVID-19 en una crisis de naturaleza sistémica. A su vez, en sus intentos por estimular la economía, los gobiernos van a incurrir en mayores déficits, en un entorno de prestatarios débiles que pueden reaccionar negativamente a las necesidades en las que incurran.
La caída del PIB estadounidense podría situarse en un rango de entre el 4,1% y el 10,8% (escenario base estresado). El Servicio de Estudios contempla el reinicio de la actividad de manera gradual y condicional a partir del segundo semestre “no alcanzándose un crecimiento sostenido y visible al menos hasta finales del primer semestre de 2021. “El impacto inmediato de la crisis se ha derivado de la interrupción en las cadenas de producción, la contracción sin precedentes de la actividad comercial, el tensionamiento sobre los ingresos de las familias y las pequeñas y medianas empresas, y de las dificultades del sector energético vinculado al fracking que, además, se hizo eco de la fuerte reducción del precio energético como consecuencia de la pugna entre Arabia Saudita y Rusia”.
China está volviendo a niveles de actividad de 2019, como revela el consumo de carbón. Aun así, en MAPFRE Economics consideran que la vuelta a la normalidad será gradual. “Por ahora, parece que las industrias comienzan a recuperar su actividad, pero los comercios y el turismo tardarán más tiempo en normalizarse”, explica. Teniendo en cuenta esto, el Servicio de Estudios prevé una contracción del PIB del 0,6% este año. Eso sí, para el segundo semestre, si no hay una nueva ola de infecciones, la economía volvería a crecer, aunque está por ver si no se han producido daños estructurales por cierres de empresas que no han conseguido sobrevivir al periodo de parón generalizado. En un escenario estresado, la caída de la economía china podría llegar al 6%.
Para el conjunto de la eurozona, prevé una contracción de al menos el 5,1%, una estimación que dependerá de la duración y profundidad de la contracción en la actividad económica, de la eficacia de las medidas de soporte, tanto sanitarias como económicas, y, muy especialmente, de los compromisos institucionales en materia de financiación del rescate financiero de la región que logren alcanzarse. Se podría llegar en el escenario base estresado a una caída del 12,4%. Y es que creen que “el virus ha puesto a la eurozona ante el mayor reto al que se ha enfrentado desde su fundación”.
El BCE parece, por ahora, el único elemento de ayuda mancomunada viable a corto plazo. La discusión se centra en la viabilidad, la forma y las condiciones de posibles mecanismos solidarios de rescate paneuropeo, así como en las consecuencias económicas, políticas y estructurales sobre el futuro de la unión en función de las medidas que se tomen. Eso sí, los expertos de MAPFRE Economics ven positivo que más allá del plan aprobado para acometer los retos de la crisis se vea necesario la creación de un fondo de reconstrucción (equivalente al plan Marshall) vinculado a presupuestos europeos, con lo que el principio de solidaridad parece por el momento mantenerse aún vigente en la Unión.
En el terreno de las economías emergentes, y en concreto en Latinoamérica, la economía mexicana, que se encontraba ya en una situación recesiva en 2019, se ha visto además perjudicada en la entrada de año por las presiones a la baja en el mercado de crudo. Este fenómeno, junto al mero efecto demoledor de la pandemia, impacta de manera diferencial a la economía en México dada su enorme integración comercial e industrial con los Estados Unidos, y dada la fuerte dependencia, tanto fiscal como industrial, del sector energético.
Esta situación, ante la decisión de la administración de no elevar el nivel de endeudamiento público, deja al gobierno con poco margen (más allá de los programas de transferencias directas que ya operaba antes de esta crisis) para introducir estímulos fiscales del tipo de los implementados en otras economías para intentar contrarrestar los efectos económicos (sobre la actividad y el empleo) de la pandemia. Con todo ello, MAPFRE Economics espera la recesión se agudice en 2020 y la economía mexicana caiga, al menos, el 3,9% (pudiendo llegar al -12,5% en el escenario estresado).
En Brasil, los datos de producción industrial apuntaban, ya en enero, a un deterioro del sector manufacturero, el cual se ha precipitado con la llegada de la crisis sanitaria. La previsión del Servicio de Estudios para 2020 es de una caída de entre el 2,7% (escenario base mínimo), hasta el 9,9% (escenario base estresado). Se prevé que la esperada recuperación del 2021 será más débil de lo esperado, porque esta crisis, además, va a tener efectos políticos e institucionales que afectarán a los estabilizadores automáticos.
Impacto en el sector seguros
Como la economía, el sector asegurador está viviendo una situación sin precedente. En el análisis de las peores crisis económicas vividas en los últimos cuarenta años desde 1980 que se incluyen en el informe, puede observarse que, en general, caídas abruptas del PIB llevan consigo fuertes retrocesos en las primas del negocio asegurador a nivel agregado, tanto en los mercados emergentes como en los desarrollados. No obstante, el efecto es asimétrico en las distintas líneas de negocio. Los seguros de autos, comercio, industriales y los de vida son los que más sufren y sufrirán las consecuencias de corto plazo de la crisis. Los seguros de salud, por su parte, han demostrado una gran resiliencia en estas situaciones, comportándose incluso de forma anti-cíclica en los peores momentos de la crisis. Los seguros del hogar y comunidades tienden a ralentizarse, sin llegar a experimentar grandes retrocesos. En el caso de los seguros de Vida ahorro y rentas vitalicias tradicionales, el efecto más desfavorable (con implicaciones estructurales y de medio-largo plazo) es el entorno de bajos tipos de interés, que hasta ahora era un problema propio de las economías de los países desarrollados, pero que se está extendiendo a los mercados emergentes.