
Hace exactamente dos años, la caída del Silicon Valley Bank (SVB) marcó un punto de inflexión en las inversiones de capital de riesgo. Y atentos que lo de punto de inflexión no es sólo una expresión: la de la citada entidad fue la mayor quiebra bancaria desde la crisis financiera de 2008 y la segunda más grande en la historia de los Estados Unidos.
Los números completan el cuadro y explican la dimensión del sacudón que provocó el derrumbe. SVB manejaba aproximadamente US$ 209.000 millones en activos y tenía alrededor de US$ 175.500 millones en depósitos totales, con una gran proporción de ellos sin asegurar. El veloz retiro de depósitos -US$ 42.000 millones en un solo día-, fue clave en su colapso.
América Latina no fue ajena a lo que significó la caída, un hecho que violentó los cimientos de las inversiones de capital de riesgo en todo el planeta y que también marcó el fin de un período de crecimiento a cualquier costo. Dicho de otro modo, la era de valoraciones estratosféricas y crecimiento desenfrenado a expensas de la rentabilidad parece haber quedado atrás a partir de entonces.
Lecciones aprendidas
En concreto, el evento generó una fuerte aversión a la, llamémosle, insensatez en los mercados financieros globales, afectando diversas clases de activos, incluyendo las inversiones de capital de riesgo. La crisis se convirtió en un llamado a la acción para recordarles a los inversores la importancia de la sostenibilidad y la rentabilidad a largo plazo.
En la región, los inversores hoy se muestran alineados, ya que ahora están priorizando empresas con modelos de negocio probados, flujos de caja positivos y prácticas de gobernanza sólidas. En relación a las inversiones responsables mencionadas unas líneas atrás, la responsabilidad no pasa solo por buscar retornos financieros, sino también por considerar también su impacto social y ambiental.
Hay algo que es estrictamente cierto: las fintech tenemos el potencial de promover la inclusión financiera y el desarrollo económico en la región. Esencialmente, es la tecnología la que tiene el poder de fomentar el acceso a los servicios financieros y de generar un impacto positivo en las comunidades más vulnerables.
Esta potestad se manifiesta especialmente en la región, donde el sector financiero viene mostrando cierta estabilidad a pesar de los desafíos. Precisos, los indicadores señalan que el ecosistema fintech en América Latina sigue en expansión, impulsado por la creciente demanda de servicios financieros digitales.
Región & País
De acuerdo con un estudio del BID, a nivel regional, el 57,32% de las fintech están enfocadas en atender a personas y empresas no bancarizadas o subbancarizadas, reflejando el compromiso del sector con la inclusión financiera. En línea con esta data, cabe consignar que el crecimiento del ecosistema en países como el nuestro experimentó un aumento del 333% en relación al número de empresas con este core desde 2017.
Y hay más cifras. En la Argentina, según el tercer Informe de Crédito Fintech, presentado por la Cámara Argentina Fintech y el ITBA, el sector incorporó a más de 700.000 personas al crédito formal en el último año, alcanzando un total de 6,4 millones de titulares en el país. Además, las fintech otorgan uno de cada cinco préstamos, consolidándose como actores clave para el desarrollo de personas y empresas.
Con este nuevo paradigma, las empresas latinoamericanas tenemos la oportunidad de consolidarnos como líderes en innovación y sostenibilidad. Para lograrlo, es clave que adoptemos un enfoque responsable y estratégico, priorizando la rentabilidad y el impacto a largo plazo.
En Alprestamo, desde hace siete años, conectamos a personas y empresas que necesitan productos financieros con bancos y empresas del sector, ofreciendo una amplia oferta de servicios en un solo clic. Estamos comprometidos, de verdad, con ser parte de este futuro, ayudando a quienes estén construyendo un mañana más próspero y equitativo para América Latina.