El Informe Planeta Vivo 2014 de WWF, la Organización Mundial de Conservación, difundido en la Argentina por Vida Silvestre, documenta el estado del Planeta y los efectos de la presión que los humanos ejercemos sobre los recursos naturales.
El estado de la biodiversidad mundial está peor que nunca. El Índice Planeta Vivo® (IPV), que mide las tendencias de miles de poblaciones de especies de vertebrados, presenta una disminución de 52% entre 1970 y 2010. Es decir, las poblaciones de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces en todo el planeta son, en promedio, la mitad de lo que eran hace 40 años. América Latina presenta la disminución más dramática –una caída de 83 por ciento. La pérdida de ambientes naturales (deforestación y reemplazo de pastizales, por ejemplo) y la degradación y sobreexplotación debida a la caza y la pesca son las principales causas de esta disminución. El cambio climático es la siguiente amenaza común.
Esta situación se debe a que durante los últimos 40 años la presión de la humanidad y su creciente consumo sobre la naturaleza ha excedido lo que el Planeta puede reponer. En la actualidad necesitamos la capacidad regenerativa de 1,5 planetas Tierra para brindar los servicios ecológicos que usamos cada año.
La Huella Ecológica per cápita de cada país, que suma todos los bienes y servicios ecológicos que demanda su población, está determinada no sólo por el nivel de recursos necesarios para sostener esta demanda, sino también por la eficiencia con la que los recursos –incluyendo los combustibles fósiles– se usan para proveer estos bienes y servicios. Las contribuciones al exceso ecológico global varían entre naciones. Por ejemplo, si todas las personas del Planeta tuviesen la Huella promedio de un residente típico de la Argentina, necesitaríamos 1,5 planetas para sostener nuestro nivel de consumo, mientras que si viviéramos como un residente de Qatar, necesitaríamos 4,8 planetas, y si tuviéramos el estilo de vida de un residente típico de los Estados Unidos, necesitaríamos 3,9 planetas.
A pesar de que la mayor parte de la población argentina habita en ciudades, alejada de los sitios donde se producen estos bienes y servicios, resulta fundamental que empecemos a tomar conciencia de que cada una de nuestras acciones, desde encender una lámpara hasta el consumo de alimentos, genera un impacto sobre el ambiente. La producción agrícola tiene un fuerte impacto en términos de consumo de agua dulce, y también en las últimas décadas, un impacto significativo sobre la deforestación.» afirmó Diego Moreno, director general de Vida Silvestre.
Durante más de medio siglo, la mayoría de los países de ingresos altos han mantenido Huellas per cápita mayores que la biocapacidad disponible per cápita, dependiendo principalmente de la biocapacidad de otros países para sostener sus estilos de vida. Es decir, los países de altos ingresos importan sus recursos, exportando la pérdida de biodiversidad y su impacto a países de menores ingresos. En consecuencia, los países de bajos ingresos tienen la huella más pequeña, pero sufren las mayores pérdidas de ecosistemas.
La seguridad de alimentos, agua y energía y la salud del ecosistema están íntimamente relacionadas; la manera en que suplimos nuestras demandas afecta la salud de los ecosistemas, y la salud de los ecosistemas afecta la habilidad de suplir estas demandas. Mientras que en la actualidad casi mil millones de personas pasan hambre, 768 millones viven sin agua potable y 1.400 millones no tienen acceso a un suministro confiable de electricidad, y ante la predicción de que, en 2050, la población humana se habrá incrementado en 2.000 millones, el reto de proporcionar la cantidad de alimento, agua y energía necesaria plantea una perspectiva desalentadora.
Esta situación nos pone ante un enorme desafío: mejorar la calidad de vida de las personas, particularmente aquellas en situación más vulnerable, pero sin aumentar la presión sobre los recursos del planeta. Por eso, desde Vida Silvestre, proponemos alternativas para desarrollar una ganadería sustentable y más eficiente en pastizales naturales, que permitiría alcanzar las metas de crecimiento de la actividad al 2020 en la misma superficie actualmente dedicada a la actividad. O la implementación de políticas de eficiencia energética que le permitirían a la Argentina evitar la construcción de dos represas como Yacyretá al 2030, con su consecuente impacto económico, social y ambiental» explicó Moreno.
El Informe Planeta Vivo 2014 describe las mejores opciones para manejar, usar y compartir los recursos naturales dentro de las limitaciones del Planeta garantizando la seguridad de alimentos, agua y energía para todos.
• Preservar el capital natural
– restaurar los ecosistemas dañados; detener la pérdida de hábitats prioritarios; expandir significativamente las áreas protegidas.
• Producir mejor
– reducir insumos y desperdicios; manejar los recursos de manera sostenible; escalar la producción de energía renovable.
• Consumir de manera más inteligente
– adoptar estilos de vida de bajo impacto en la huella ecológica y patrones de consumo de alimentos más saludables; usar energía sostenible.
• Reorientar los flujos financieros
– valorar la naturaleza y los costos ambientales y sociales; apoyar y recompensar la conservación; manejar los recursos de manera sostenible e innovadora.
• Gobernanza equitativa de recursos
– compartir los recursos disponibles; tomar decisiones justas y ecológicamente informadas; medir el éxito más allá del PIB.