Hace poco tiempo, conversando con una Directora de Recursos Humanos de una empresa conocida, obtuve una frase que me llamó la atención: “estamos contratando jóvenes profesionales de cincuenta años”.
Cómo en algunas películas, por mi mente pasaron imágenes correlativas de artículos y libros que tratan dos temáticas que hoy están en auge y que, aunque algunos no lo crean, están más presentes que nunca.
Una de ellas, Gig Economy, o la economía de los freelancers, en algunos casos también conocida como economía colaborativa. Gig es una terminología popular para denominar a aquellos trabajadores que cumplen con un solo compromiso profesional, generalmente de corta duración, como músicos de jazz o rock convocados para una actuación. En nuestra región lo llamamos freelancer; alguien que tiene el conocimiento y las aptitudes para desarrollar una cierta actividad pero lo hace independientemente sin establecer una relación formal con una empresa o institución.
La otra, la Silver Economy, o la economía plateada. La de aquellos que peinamos canas. Para 2060 uno de cada 3 habitantes del mundo tendrá más de 65 años.
Se pueden estudiar estos fenómenos desde muchas aristas. Una de ellas, la más escuchada, es analizarlos desde la perspectiva del consumo y de cómo cambiaron, y van a cambiar, las tendencias de consumo en estos segmentos. Y de cómo la sociedad adopta nuevos hábitos de consumo a partir del surgimiento de estas nuevas figuras sociales.
En la economía gig se permite utilizar, compartir, intercambiar o invertir recursos o bienes, pudiendo existir o no una contraprestación monetaria entre los usuarios. Allí encontramos modelos de consumo de servicios basados en la desintermediación de la oferta y la demanda. Así surgen las hoy más que conocidas plataformas digitales que facilitan el vínculo entre las partes.
Definitivamente, el surgimiento de estas plataformas facilitó y extendió el desarrollo de este tipo de transacciones. Por ende, el resurgimiento de los trabajadores independientes o freelancers.
También es innegable que, otro factor importante para la explosión de este tipo de trabajos, fue la digitalización global que permite trabajar remotamente a cualquier profesional para cualquier persona o empresa en el mundo sin necesidad de estar uno al lado del otro.
A figuras como Angela Merkel o Bill Gates, como a muchos miembros de esta generación, no les pesan los años, por el contrario, se sienten jóvenes y vitales. Disponen de un recurso incomparable: el tiempo libre. Y casi siempre con un patrimonio mucho mayor al que disponen los millennials.
Esto, de por sí, hace que muchos especialistas en marketing y comercialización miren a este segmento con gran entusiasmo.
Definitivamente, son muchos los que ven a este segmento como un motor importante de la economía del futuro. Pensando en la baja de la natalidad global. Pensando en el crecimiento de la longevidad de los principales países del mundo.
Como dije, miles de artículos se escriben sobre estas temáticas día a día.
Volviendo a mi primer párrafo, nos estamos empezando a acostumbrar a escuchar cómo se transforman y actualizan aquellos que han pasado gran parte de sus vidas trabajando y ganando experiencia en una cierta temática y que suman tal o cual conocimiento para poder crear y entregar sus servicios a quien lo necesite, localmente o en el mundo.
Un ingeniero que trabajó toda su vida en la industria del petróleo descubre que aprendiendo a utilizar ciertas herramientas de extracción y análisis de datos, sumado a su conocimiento de industrias y algo de estadísticas le crean un nuevo mercado laboral. Aún cuando ya esté retirado y disfrutando de su tiempo libre, descubre que puede crear o sumarle valor, de manera independiente, a su ex empleador o a quien quiera que lo necesite, aquí o en el mundo.
Un médico asistencialista hoy descubre que, trás haber cursado algunos procesos de aprendizaje de programación, puede colaborar con instituciones hospitalarias públicas y privadas a digitalizar sus procesos y mejorar las experiencias de los pacientes en sus tratamientos.
Un abogado, retirado, pero con su bagaje de experiencias y conocimientos intactos encuentra que, tras una mínima actualización en tecnologías de la información, puede armar un equipo multidisciplinario que integre inteligencia artificial al análisis de sentencias y jurisprudencias para crear un nuevo producto que asista a su profesión y, principalmente, a los que recién están comenzando a recorrer su carrera.
Nos estamos acostumbrando. Por esto, no debería sorprenderme que un contador, licenciado en economía, que pasó por un bootcamp de programación y en unas semanas adquirió los conocimientos necesarios para desarrollar una plataforma web completa, haya sido contratado, a los cincuenta años, por una empresa amiga como joven profesional.