La experiencia que estamos viviendo es única e inédita. En los últimos 80 u 90 años, hemos padecido otras epidemias, pero ninguna ha tenido las características y consecuencias globales que las de COVID-19. Aunque se está trabajando en muchos frentes médicos y científicos, lo más relevante es que todavía no hay certezas reales de cómo combatir el virus. Más allá de que en algún momento se encontrará una vacuna, lo que parecería difícil identificar es un tratamiento eficaz que acelere el tiempo de cura y/o reduzca la morbilidad. Hasta tanto se dé alguna de estas dos soluciones o las dos, tendremos que acostumbrarnos a vivir una “nueva normalidad” que no solo abarca los aspectos económicos y del mercado laboral sino que también los hábitos sociales a todo nivel, actividades de la vida cotidiana como ir a un restaurante o tomar un café con un amigo que nos encontramos en la calle, pasarán a ser, en algún sentido, costumbres de riesgo afectando lo más preciado que tenemos como especie que es el relacionamiento entre nosotros mismos a todo nivel.
Desde el punto de vista económico y del trabajo los cambios también DEBERÍAN ser inéditos, en el sentido de que la crisis que está causando la pandemia debería movilizar a las naciones y los diferentes factores de poder a redefinir, entre otras cosas, el concepto de riqueza y a repensar un mundo futuro en donde el dinero sea un medio, y no un fin en sí mismo, para lograr una economía más sustentable y la búsqueda de un estado de bienestar global en sintonía con el cuidado del planeta.
En este sentido, se nos presenta la oportunidad para que vayamos pensando una sociedad sobre nuevos valores o algunos que han quedado en desuso. En las crisis y la angustia que generan, nace la creatividad para generar los cambios que hacen que el progreso suceda en todos los niveles (las crisis según Albert Einstein). Por ello, dentro de lo grave y angustioso que es el tiempo que nos toca vivir, aprovechemos la oportunidad de cambiar aquello que hasta ahora no ha sido posible. Surge la esperanza que los líderes globales tengan la grandeza de pensar en juntarse para hacer acuerdos sociales y económicos que nos encaminen a un mundo nuevo en donde el ser humano y sus derechos básicos sean el centro de un mundo por nacer más solidario y con un futuro sustentable.
La tecnología ha sido un elemento esencial en esta pandemia. Ha permitido que, dentro de lo grave de la situación económica, sea uno de los factores claves para que el mundo no colapse. Muchas empresas han podido continuar sus operaciones a través del trabajo remoto y de procesos automatizados que han permitido la continuidad de proyectos y actividades con poca pérdida de productividad, con mayor o menor dolor dependiendo de cuan preparadas han estado para la coyuntura.
La tecnología de las comunicaciones ha facilitado el intercambio de información entre científicos de todo el mundo, facilitando las tareas para combatir el virus. Los sitios de comercio electrónico han facilitado la adquisición de bienes básicos para la población, sin dejar de mencionar la capacidad que tenemos de desplegar aplicaciones para controlar diferentes aspectos de la enfermedad y el seguimiento del cumplimiento de las normas implantadas. La movilidad y la inteligencia artificial son fuertes aliados en esta lucha. Lo mismo está pasando con algo esencial en los períodos de cuarentena, que es el esparcimiento, los medios de entretenimiento basados en streaming, los canales de Internet, las redes sociales y otras múltiples tecnologías que ayudan a ocupar el tiempo con diferentes propuestas.
Sin ir mucho más atrás en el tiempo, ¿nos podemos imaginar cómo hubiésemos pasado esta crisis en la década del 90?, hubiese sido mucho más difícil para todos. Si bien puede ser incierto identificar un final para este cataclismo sanitario, es claro que los avances que se han tenido con la tecnología no volverán atrás. Al contrario, creo que el virus les ha mostrado a las empresas la importancia de la transformación digital y aquellos que dudaban de qué hacer con ella, hoy ya deberían pensar en cómo consolidarla para enfrentar lo que se viene.
Es cierto que, cuando no hay ventas y en consecuencia no se pueden pagar los sueldos, los bancos no ayudan y todo tipo de problema, resulta utópico pensar en un cambio tecnológico, pero hay que usar la imaginación y pensar en que se puede y que con tecnología y un buen plan que le dé una nueva propuesta de valor a los clientes, se puede pensar en un futuro en donde las cosas sean distintas; solo hay que hacer que sucedan.
Muchas empresas o tal vez muchos gerentes, han sido reticentes al trabajo remoto por una visión de que resulta difícil controlar lo que no se puede ver. Pues bien, van a tener que cambiar su mindset porque el teletrabajo ha llegado para quedarse, al menos en una gran cantidad de actividades y habrá que repensar los procesos de recursos humanos, los esquemas de beneficios y fundamentalmente los procesos de trabajo buscando la agilidad y la estandarización que acompañe las diferentes tecnologías disponibles para el trabajo remoto con el objetivo de lograr ambientes más autogestionados, colaborativos e integrados.
La industria financiera, seguros y retail seguramente profundizarán sus avances tecnológicos que han desarrollado hasta ahora. Es evidente que una de las industrias que posiblemente incremente sus inversiones en tecnología digital será la de la salud, puesto que está demostrado que se hace necesario mejorar mucho de los aspectos de la operatoria, tanto específica como administrativa de la actividad, alinear servicios públicos con los privados y poner al paciente en el centro será una demanda que no se podrá postergar.
Las industrias pequeñas y medianas tendrán una oportunidad de salir de la crisis a partir de crear ecosistemas entre ellas para extender su propia propuesta de valor, en este sentido la integración de tecnologías para implantar estos ecosistemas será crítica desde la venta online basada en omnicanalidad, motores de recomendaciones y tecnología para optimizar la logística y la distribución de manera de ofrecer una experiencia diferencial. El mayor desafío lo enfrentan las empresas relacionadas con el turismo y servicios vinculados. Durante mucho tiempo este sector de la economía se verá muy comprometido por los efectos de la pandemia. En este sentido, se les hace imprescindible repensar el negocio y ver cuál será la nueva propuesta de valor que podrán ofrecer a sus clientes y cómo ésta se llevará a cabo con un soporte tecnológico que la impulse y sostenga.
La Argentina ha demostrado tener capacidad para responder de manera adecuada a la crisis sanitaria, ahora hay que prepararse para el día después, que posiblemente estará lleno de riesgos y también, como hemos dicho de oportunidades. Para esto, las empresas deberán repensar sus modelos de negocios, sus estructuras y tal vez salir de tradiciones y de una cultura que hasta hoy, había sido exitosa, pero seguramente no servirá para el futuro. En este sentido, la cultura es más importante que la tecnología. Y si bien la tecnología está disponible, la cultura de muchas organizaciones debe replantearse para volverse más colaborativa, con estructuras más ágiles, rever valores buscando ambientes más colaborativos que fomenten la cooperación continua y con procesos alineados a estos objetivos. Es muy claro que, en esta crisis, aquellas organizaciones que poseen culturas en este sentido han sufrido mucho menos la coyuntura y serán las primeras en salir fortalecidas de la pandemia.