En los artículos 627 y 628 del proyecto de ley ómnibus del Gobierno se modifica la Ley Nacional de Tránsito y se aprueba la “conducción por parte de sistemas autónomos para vehículos autodirigidos, sean estos particulares, de pasajeros o de carga”, en referencia a los tres tipos de vehículos terrestres autónomos conocidos hasta ahora (autos, taxis/colectivos y camiones sin conductor).
Actualmente se considera que hay seis niveles de conducción autónoma, que van desde los más básicos (por ejemplo, frenar automáticamente cuando uno se acerca demasiado al auto de adelante o avisar que uno se está saliendo de su carril), hasta los más sofisticados (como un auto que no tenga ni volante porque una computadora se encarga de todo y que tenga la capacidad de circular por cualquier calle o ruta). Este último, que es el verdadero auto autónomo, todavía no existe fuera de algunos circuitos específicos, como es el caso de los recorridos previamente trazados para los taxis.
Esto significa que, si el proyecto de ley es aprobado, quedaría habilitado para circular “todo vehículo automotor que cuente con un sistema de conducción que no necesita de la intervención humana y cuya seguridad haya sido validada por una autoridad competente”, tal como define el texto del proyecto legislativo a los autos autónomos.
En realidad, hasta ahora estos autos no estaban prohibidos legalmente, sino que el virtual impedimento estaba dado por el hecho de que uno no puede circular con un vehículo que no tenga una póliza de seguro y las aseguradoras no cuentan con una preparación para esta clase de vehículos. Con lo cual, la intención de esta iniciativa es la de fomentar este mercado. Aunque, a su vez, podría interpretarse como otro guiño del presidente Javier Milei a su amigo empresario Elon Musk, CEO de la compañía automotriz Tesla, líder en la fabricación de autos eléctricos, que podría llegar a instalarse en la Argentina en un futuro cercano.
Sin embargo, más allá de la aprobación de la ley ómnibus, existen algunas contras para que esto tenga posibilidades ciertas de concretarse. En primer lugar, la situación económica. Los autos eléctricos suelen ser más costosos que los de combustión o híbridos. Y los de la marca Tesla son aún más caros que el resto. El contexto económico actual no está ni cerca de ser el ideal para que el Estado nacional otorgue beneficios fiscales para subvencionar la compra de autos eléctricos, como sucede en otros países. Y también resulta complicada la cuestión de la infraestructura de recarga, muy reducida para un país con un territorio tan extenso como la Argentina. Estimaciones privadas establecen que son aproximadamente 230 los puntos de carga que hay en suelo argentino, mientras que Uruguay tiene más de 300; Chile, más de 400 y Brasil, más de 1.300.
Otro punto importante del proyecto de ley está relacionado con lo que hace efectivamente autónomo a un automóvil: el software que recibe toda la información de los sensores del vehículo y decide qué hacer para movilizar al vehículo (el chofer efectivo). Según la iniciativa, no es necesario que el software haya sido desarrollado en el país, sino que puede utilizarse otro, es decir que habilita a que una empresa automotriz internacional importe un modelo ya probado, aunque sí deberá ser autorizado por un organismo nacional, ser adaptado a las normas de tránsito nacionales y demostrar que tiene una menor siniestralidad que un chofer humano.
“La autorización de dicho software será otorgada si se demuestra fehacientemente una siniestralidad menor al promedio de la siniestralidad correspondiente a la conducción humana. Dicha autorización no podrá ser retirada excepto cuando dicha condición deje de cumplirse. Para la compilación de estos datos, la autoridad de aplicación podrá autorizar la circulación provisoria del software o utilizar los datos aportados por sus desarrolladores en otros países”, se aclara en el proyecto de ley.
De esta manera, puede concluirse que la habilitación de autos autónomos se trata de una apuesta a futuro, en la cual faltaría definir la letra chica: cómo se validará que el software es efectivamente más seguro que un chofer humano (ya que no hay aún un test estandarizado), cómo se definirá la responsabilidad en el caso de un accidente, entre otros detalles no menores.
Cuando empezaron a exhibirse los primeros sistemas autónomos para automóviles hace una década, se estimaba que para 2020 habría autos autónomos circulando por las calles de forma masiva, pero la transición resultó más compleja de lo esperado y en la actualidad la industria automotriz tiene su expectativa puesta en 2030 como en la fecha en que los vehículos autónomos circularán masivamente.