Históricamente cualquier cambio tecnológico fue resistido, incluyendo a aquellos que mejoraban la movilidad de las personas. Los sectores que se vieron afectados reclamaron enfáticamente por sus derechos tratando, sin resultado, de detener lo inexorable: el progreso. A fines del siglo XIX y principios del XX no fueron pocos los que se opusieron a la proliferación del automóvil. Aducían que asustaban a los caballos, que mucha gente se quedaría sin trabajo como por ejemplo los herreros o los dueños de establos. Lo que no tenían en cuenta era a la cantidad de gente que este nuevo invento beneficiaba y la cantidad de empleos que generaría a futuro. Por supuesto que, mucha gente tuvo que cambiar su paradigma, sobre todo el laboral, porque el progreso no se detiene a esperar a nadie, solo acepta adaptaciones, pero el fondo no cambia. Salir de los paradigmas y del estado de confort nunca le genera beneplácito a los afectados, tal como revela el último comunicado de OVILAM.
En los últimos tiempos hemos recibido dos noticias que nos afectaron y afectarán en nuestra forma de movilizarnos. Una fue la llegada de UBER a Buenos Aires, lo cual pasó de ser una simple noticia para convertirse en una realidad palpable con la cual ya convivimos. La otra es la de los vehículos autónomos, que si bien ya lleva varios años de desarrollo, cada vez se ve más cerca su posibilidad de masificación.”, explica el comunicado del Observatorio Vial de Latinoamérica.
Con respecto a UBER, una vez producido su desembarco quedará por verse cuales serán las medidas a las que la firma internacional nacida en San Francisco, deberá adaptarse, pero mientras tanto ya mostró las cartas de lo que puede aportar y que, sin dudas, fue bien recibido tanto por los usuarios de la aplicación como por los conductores “socios” que prestan sus servicios dentro del esquema de UBER. Los taxistas lo recibieron como una amenaza. Tal vez deberían haberse anticipado a los acontecimientos y haber generado las soluciones que los clientes les demandaban explicita e implícitamente. Lo cierto es que no lo hicieron y UBER está acá. Esto hizo que los usuarios se dieran cuenta que podían satisfacer sus necesidades de mayor seguridad conociendo de antemano quien los transportaría y con qué vehículo. También podrían conocer “a priori” cuál sería el recorrido por donde circularían, con la posibilidad de comunicárselo “on line” a quien quisiesen y cuanto les costaría el viaje, que por cierto se redujo en su costo habitual. También descubrieron que si no los atendían como correspondía podrían hacerlo saber en forma directa, sin burocracia, y con la certeza de que su queja iba a encontrar eco. Como contrapartida los conductores descubrieron que ellos también tendrían el derecho a evaluar, premiando o castigando a quien había sido su pasajero, logrando de esta forma un vínculo más armonioso entre ambas partes. Es el progreso señores. Es la cobertura de demandas insatisfechas.
Los paradigmas cambian y lo hacen cada vez más rápido. La tecnología puede satisfacer muchas de nuestras demandas de seguridad, confort y economía. La historia nos muestra que los opositores al progreso jamás ganaron. Los gobiernos pueden y deben administrar estos cambios de forma de ayudar a los que pudieran quedar afectados, pero la creatividad humana es imposible de detener y el progreso también.