En un contexto económico global ralentizado, el sector automotriz debe hacer frente a numerosos desafíos, en particular en lo que respecta a las normas para reducir los riesgos medioambientales. Debido a esto, las ventas de autos han observado un descenso inédito desde la crisis de 2008 y el sector se ve dominado por la incertidumbre.
Caída de la rentabilidad
Forzados a cumplir con estas regulaciones y con los deseos de los consumidores, los fabricantes de automóviles están realizando fuertes inversiones en el rediseño de sus vehículos, lo que incrementa sus costos de producción.
Además, la llegada de numerosos nuevos actores -como Google Waymo, Tesla, Arcfox o Aiways– añade un grado adicional de incertidumbre a un mercado que estaba acostumbrado a una cierta estabilidad, o incluso tenía una tendencia a la concentración a través de fusiones, adquisiciones y coinversiones.
Un fenómeno global
En septiembre de 2018, la Unión Europea (UE) se vio afectada de manera significativa por la aplicación de las estrictas normas de certificación para los nuevos modelos de automóviles, el Procedimiento de Prueba de Vehículos Ligeros Armonizado Mundial (WLTP).
Estas normas más estrictas han provocado, en particular, cuellos de botella para los fabricantes de automóviles, con retrasos en las aprobaciones que provocan una escasez de modelos disponibles en los concesionarios. Por lo tanto, los clientes se han visto obligados a retrasar sus compras, lo que ha repercutido directamente en el número de nuevas matriculaciones (-23,5% en septiembre de 2018).
Además de estas barreras técnicas y administrativas, se ha producido una tendencia negativa en el sentimiento de los consumidores de la zona euro desde principios de 2018. Esto está desanimando a los consumidores a comprar nuevos vehículos, especialmente cuando los incentivos para cambiar a energías más verdes se agotan.
El mercado estadounidense también se ve afectado por una menor demanda (-1,1% a finales de octubre de 2019, en un periodo de 10 meses, en particular para los sedanes y otros automóviles, aunque sorprendentemente estable para los SUV, las camionetas y otros camiones ligeros). Esta tendencia sigue afectando a las actividades de los fabricantes de automóviles, con el cierre de varias fábricas en el país.
Por último, el mercado chino se ve gravemente afectado por la caída de la demanda (-4% en octubre de 2019), en parte debido a una cierta actitud de espera por parte de los consumidores, que están a la espera de los incentivos fiscales anunciados por el gobierno. A esto se suman los efectos de la guerra comercial entre China y Estados Unidos.
Además, grandes municipios como Pekín, Shanghai y otras ciudades similares imponen cada año estrictos límites de matrícula para los autos nuevos. Por lo tanto, los hogares chinos están recurriendo masivamente a la venta de autos de segunda mano.
Las dificultades repercuten en toda la industria
Naturalmente, el crecimiento y los ingresos de los proveedores de la industria automotriz se ven gravemente afectados por esta desaceleración. La racionalización de los costos de producción y los desarrollos tecnológicos ligados a las restricciones medioambientales impuestas a los fabricantes de automóviles tienen, por consiguiente, repercusiones en toda la cadena de suministro. Esto es particularmente cierto en lo que respecta a los gastos de I+D. Este hecho podría impulsar las fusiones y adquisiciones para racionalizar dichos costos, necesarios a la hora de introducir tecnologías decisivas, que conllevan una reestructuración de la industria automotriz.