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Advierten sobre el impacto de la inflación en el mercado asegurador

“De momento Argentina sigue siendo uno de los mercados más difíciles de Latinoamérica. Durante el 2014 la inflación estuvo en alza, las tasas de interés no pudieron seguir el incremento de los precios, la moneda perdió valor y continuaron las dificultades para girar dinero al exterior”, señala un artículo publicado por el portal español Community of Insurance, una sociedad de comunicación y gestión del conocimiento asegurador en RED que se dirige a las empresas y los profesionales del seguro iberoamericanos.

En el mismo, se advierte que la industria del seguro se ve afectada por constantes cambios normativos que modifican las reglas de juego, algunos muy relevantes como la obligación de cumplir cuotas establecidas de inversiones “no tradicionales” y la forzosa contratación de reaseguro local.

Todo ello obliga a tan importante esfuerzo de constante adaptación que el mercado Argentino bien pudiera utilizarse como “campo de entrenamiento” para ejecutivos de la actividad”, agregan sus autores. Se trata de Daniel Baron, abogado matriculado en Argentina, socio de Kennedys Latin America & Caribbean; y de Alex Guillamont, director de la oficina de Miami de Kennedys para América Latina y el Caribe.

Según explican, aunque no hay acuerdo entre los distintos organismos oficiales y grupos privados, la opinión más generalizada es que la inflación Argentina se aproximaría al 40% anual. Como primera consecuencia para las aseguradoras locales, esto socava la capacidad de estimar con precisión los valores de los intereses asegurables -especialmente en lo que refiere a los riesgos industriales o comerciales complejos.

Pero el efecto más negativo tiene lugar una vez establecidas las sumas que se consideran adecuadas, ya que de inmediato habrá desvíos a medida que el valor de los bienes asegurados se va incrementando por causa de la inflación. De esta forma se desnaturaliza el contrato de seguros, que en su formulación e intención original resultaba adecuado para mantener al asegurado totalmente indemne en caso que se produzca alguno de los hechos cubiertos por la póliza.

En este contexto el seguro no cumplirá su finalidad indemnizatoria en forma completa si, al momento de sufrirse una pérdida, el valor de los bienes asegurados sobrepasa la suma asegurada. Pero ese no es el único supuesto en que el objetivo de mantener al asegurado indemne puede malograrse, sino que también sucederá aunque el valor de los bienes dañados no supere la suma asegurada cuando el seguro se haya contratado “a prorrata” (tradicionalmente el riesgo de incendio, entre otros). Si el seguro es proporcional o “a prorrata”, el reclamo se pagará sobre la base de la relación que existe entre la suma asegurada y el valor de mercado de los bienes objeto del seguro al momento de la pérdida. Si, debido a la inflación, la suma asegurada resulta menor al valor de los bienes asegurados al momento de la pérdida, el asegurado recibirá tanto menos dinero como resulte de esa proporción.

De esta forma, el cliente se ve inculpablemente desprotegido en alguna proporción, al mismo tiempo que la aseguradora se ve involuntariamente limitada al pago del siniestro en forma total y eficaz. Esta desprotección del cliente es más marcada cuanto más cerca del final del período de cobertura ocurra el hecho cubierto por la póliza, ya que es entonces cuando la inflación ha tenido más tiempo de causar sus efectos indeseados.

En un sentido estricto, podría argumentarse que es la responsabilidad de los clientes mantener sus sumas aseguradas en los valores adecuados. Pero desde el punto de vista de la practicidad comercial, cuando los asegurados reciben menos dinero del que necesitarán para reparar o reemplazar la propiedad dañada el seguro pierde mucho de su atractivo, se malogran negocios y disminuye la cartera. La industria de seguros ha respondido a esta problemática en forma proactiva y buscando soluciones que favorezcan al cliente. Varios han sido los intentos de salvaguardar el interés de los asegurados como veremos aquí.

Una solución que se ofrece a los asegurados es la inclusión de “cláusulas de ajuste” en las pólizas, mediante las cuales las sumas aseguradas se flexibilizan para cubrir en más hasta el valor de mercado de los bienes. Estas cláusulas usualmente tienen un tope que a menudo es un porcentaje por sobre la suma original, que podría ser del 15 ó 20%. Pero las cláusulas de ajuste se incluyen mediante el pago de una extra-prima y pueden resultar caras. Además no siempre garantizan un buen resultado para los clientes.

Otra solución a la que algunos han recurrido es pactar la moneda de póliza en dólares estadounidenses u otra moneda fuerte. Esta estrategia supone que la cotización del valor de la moneda ayudará a neutralizar la inflación. Ha habido momentos en que le lograba este efecto, pero no hoy en día, quizás principalmente debido a los controles que ejerce el gobierno sobre la paridad cambiaria. Existen antecedentes del uso de una moneda creada especialmente para contrarrestar los efectos inflacionarios, como lo son hoy la Unidad de Fomento en Chile o la Unidad Tributaria de Venezuela, pero esa iniciativa perdió vigencia hace décadas.

Actualmente, en lugar de esperar pasivamente mientras las sumas aseguradas y las primas pierden su valor por efecto de la inflación, los operadores locales prefieren incrementar las sumas aseguradas de póliza ampliando así el límite (absoluto y proporcional) de cobertura. De esta forma se benefician con la recolección de primas adicionales –y en definitiva podría decirse que aumentan sus ventas.

En esta línea de acción, hay agentes de seguros locales que se han valido de la estrategia de exagerar las sumas aseguradas insertas en las pólizas para anticiparse al efecto inflacionario que sobrevendrá con el tiempo. Una estrategia más refinada y eficiente ha sido monitorear los valores asegurados cada semestre, trimestre o con la frecuencia requerida para aumentarlos según resulte adecuado. Pero esto último es arriesgado, ya que mientras se gestionan tantos cambios en la cartera de clientes que tienen diferentes necesidades y opiniones respecto de la contratación de los seguros es demasiado fácil cometer errores. Cuando estos errores ocurren todos se apuntan con los dedos.

Siendo una situación que trasciende la actividad de los agentes, las compañías de seguro locales también han buscado formas de hacer frente a este problema.

Tradicionalmente, hay seguros que funcionan en base a declaraciones de los valores asegurados durante determinados períodos de tiempo. Si las variaciones superan un porcentaje, digamos el 10 por ciento, se hacen ajustes de prima. Pero esta solución no es práctica para todas las coberturas.

En tiempos especialmente difíciles –como cuando hubo hiperinflación-, algunas empresas han tenido la iniciativa de ajustar los valores de las primas en forma masiva, aplicando nuevas sumas aseguradas y cobrando una prima adicional a toda su cartera en determinada línea de negocio, como la de “Automóviles” por ejemplo. Hoy en día, hay una tendencia local de emitir pólizas trimestrales, o incluso mensuales que contienen una nueva suma ajustada (y, por lo tanto, una prima adicional) por cada emisión. Estos contratos han sido diseñados para renovarse automáticamente, por ejemplo cada mes durante un año. Esta solución ha sido más ampliamente implementada en lo que respecta a la cobertura de automóviles, que representa aproximadamente la mitad de las primas totales del mercado (sin incluir las líneas de vida y coberturas afines).

Pero la estrategia que acabamos de comentar no es una alternativa óptima, por la elasticidad de demanda. Los clientes pueden pagar ajustes de prima en tanto sus ingresos lo permitan, y un efecto típico de cualquier proceso inflacionario es la pérdida de poder adquisitivo de la población. En tanto esto ocurra, se afecta la voluntad de asegurar y se pierden negocios. A medida que los seguros cuesten más, la demanda disminuirá. Esto es tan malo para las aseguradoras como para los clientes.

En definitiva, tenemos que concluir que no existe solución ideal, y que la inflación y el negocio del seguro simplemente no marinan bien.

“Esta es una muy sucinta descripción de algunos de los efectos y posibles soluciones que plantea el problema inflacionario tal como surgen de la experiencia de Kennedys Latin America gestionando casos en el país, como abogados especializados en seguros y reaseguros. Pero no son las únicas dificultades. Para no extendernos no hemos referido aquí a la distorsión que la inflación se produce sobre los deducibles, o sobre los servicios de ajuste o legales, o a cuestiones más cruciales incluso como las atinentes al cálculo de las reservas de las aseguradoras o sus estrategias de inversión. Está claro que la industria de seguro en Argentina enfrenta hoy múltiples desafíos y se sostiene gracias a la tenacidad y creatividad de tantos excelentes profesionales que tiene el sector. Estamos seguros de que estos esfuerzos resultarán en una mejora tangible en Argentina en los años venideros -y cuando esto suceda el negocio del seguro y sus componentes podrán disfrutar de una bien ganada madurez”, concluyen.

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